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La verdad conquistada

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  Imagen de  Nile  en  Pixabay   Es la palabra repetida desnuda de sentido ni razón . Es el golpe violento de quien la usa para conjurar el silencio, pues este, es el mundo de quien como a la puta, gritó su nombre con desprecio para hacer imponer su sinrazón. Violad verdades hasta que las lágrimas las silencien. Aquel que siente las heridas no grita, aquel que no grita calla, aquel que no grita me da la razón... Golpead para ganar razones de sangre y vergüenza. Me acuesto con el asco de la voz dormida, de la puta desnuda y de su llanto silenciado... Me acuesto y aun es posible creer. Creeré que puedo hablar sin conquistas. Buenas noches...

RECUERDOS DE BARRO

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Apartó el polvo de la mesa pasando el dedo índice por encima. Hacía ya mucho que las otrora importantes reuniones del pasado habían quedado sólo en eso, pasado y recuerdos. Y aquel antiguo escritorio de nogal valía más por cuanto callaba que por la presencia de ilustres a su alrededor. Tomó con cuidado una antigua copa de barro cocido. No era un modelo valioso, ni tan siquiera una obra de arte o un objeto de un excelso valor. Quizás era por eso por lo que había llegado a apreciarla. Era sencilla. En un mundo hurdido bajo la compleja sombra del engaño y el juego de las dobles palabras, aquella copa era tan sólo eso, aquella copa, y, en ocasiones se sentía tan fuera de lugar como el propio objeto. Gideon se recostó sobre su antiguo butacón, de haber podido habría inspirado tan fuerte como le hubieran permitido sus viejos pulmones. Había sido testigo e incluso lidiado con complejas conspiraciones y arquitrabados misterios, sin embargo, todo aquello lo mantenían vivo. Aquel día, ante la c

Yunou beibi cinco mil

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Imagen de Daniel Nebreda en Pixabay  Los sonidos de la calle se habían convertido en la banda sonora de sus madrugadas. Como todas las noches, el neón de la Chari resplandecía en un haz de luz rosa colándose por las rendijas de sus persianas, iluminando parcialmente la sala con un tono chicloso de bar de carretera barato. Le gustaba la sensación de caminar descalzo al salir de la ducha. Aun sin terminar de secar marcando, las huellas en el viejo parqué de la pensión como quien quiere dejar constancia de su paso. Se acercó a la mesa donde aun quedaban restos de pizza fríos de la tarde y se llevó uno de ellos a la boca mientras dejaba caer la toalla al suelo. La televisión, un viejo modelo de los que llamaban "culones", daba una nueva reposición de "Ana y los Siete" y la Obregón se contoneaba exageradamente por la pantalla armada, de un falso acento castizo como una Mary Poppins de todo a cien. Se giró un momento volviendo a hacer hincapié en la nota. Se la había pasa

Syniestra

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El brusco sonido metálico de la persiana al cerrar el local era el punto y final de una noche más de monótono y cansino trabajo. Los últimos parroquianos del " Syniestra ", un bar común más allá de su nombre, se retiraban en silencio o con la voz ahogada en un mar de copas la gran mayoría, o con una leve despedida alzando la última como ritual de un hasta la próxima. - Buenas noches Eli- Se escuchaban leves voces que aun eran capaces de articular palabras con algo de sentido - Buenos días chicos- Respondía ella resignada a la idea de llegar a casa con las primeras luces del día y la única compañía de su gata Alma. Eli, como solía llamar a Elena la mayoría de su gente desde hace ya demasiado tiempo, colocó el candado que aseguraba la rejilla, se cerró bien el chaquetón y se subió el cuello para taparse la boca protegiéndose del húmedo viento de la mañana en la capital malagueña. Bajó los escalones que la llevaban hasta la plaza Uncibay donde tenía aparcada la moto cruzándose c

Puntillitas y un cortado

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Imagen de StockSnap en Pixabay  Como cada mañana temprano sacaba a pasear sus legañas, como quien hace lo propio con una mascota. Deambulaba adormilado casi midiendo la acera de un lado a otro, perdido en pensamientos que aun se resistían a abandonar del todo las sábanas. Bajó los viejos escalones que comunicaban el callejón del hostal con una calle bastante más amplia y que, a pesar de lo temprano de la mañana parecía querer unirse al ritmo de la vida. Sus pasos habían tomado el control del camino y, con la rutina del día a día, parecían querer dirigirle inexorablemente al abrazo del café humenate del Barlovento , especialidad en tertulias a voz alzada y puntillitas con misterio, que aunque extraño, no dejaba de darle al lugar un sello absolutamente especial. Como si de un fuerte día de oleaje se tratara, las voces parecían elevarse rompiendo estruendosas entre las cuatro paredes del local. Las tertulias del lugar eran ya toda una tradición- De escasa variedad pero de clientela fija,

Stigma Draconis

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Imagen de Sarah Richter en Pixabay  Las diez menos cuarto. Como cada mañana desde hacía ya varios meses solía tomar posiciones en la mesa más apartada de la terraza del " Buendía ", una vieja cafetería del centro. Dejaba su ajado fedora gris sobre la mesa a su izquierda y abría la vieja libreta de espiral junto al consabido bic azul dejándolos a su derecha. Miraba en derredor como quien toma posiciones sin perder detalle de cada mesa y cada parroquiano habitual de la tertulia de cortado y confidencias del montón. Levantó ligeramente la mano haciendo un gesto al chico que con movimientos erráticos parecía tratar de atender las mesas que se le amontonaban en encargos. El chico se acercó hasta la mesa dibujando una sonrisa forzada en su expresión. - Buenos días vecino, ¿qué va a ser? Levantó ligeramente la vista hasta cruzarla con el joven. Su rostro era el de un hombre cercano a los sesenta. De rasgos muy afilados y delgados y una impecable barba blanca perfectamente arreglada